Esta cocina resuelve en una superficie generosa (50m2) las necesidades de un piso de Barcelona. De planta rectangular, se organiza en dos zonas claramente diferenciadas en su función: cocina y comedor, pero que se presentan una como prolongación de la otra.
A ellas se suma un tercer ámbito, el balcón, por el que se cuela la luz tamizada por un muro vegetal. La cocina propiamente dicha – diseñada por el studio de Pepe Nieto y Guillermo Escobedo, whereispepe,- abarca una caja de proporción horizontal abierta hacia el comedor. En el centro del espacio se erige la isla que organiza el proyecto. Se trata del modelo Convivium de Arc Linea en acero inoxidable con zócalos y protectores en acero, sobre la que penden res luminarias también metálicas, y que acoge también una encimera de acero inoxidable de 14 cm de espesor preparada para enrasar el fregadero y encastrar las placas de cocción. Detenidos en este punto de la descripción, todo parece frío e industrial, propio del metal. Sin embargo, de la isla surge una barra en la misma madera de roble que cubre el suelo, a base de lamas de Schotten Hansen de acabado rugoso y secado natural, que cambia por complete la percepción del espacio. Frente a ella y configurando la frontera con el salón, que corre en paralelo a estos usos, se levanta un panel en la misma madera. En él se acopla como si volara, a través de una estructura de Gaggenau, un horno de la misma firma y una serie de estantes en acero que pautan este lienzo en un depurado equilibrio de líneas y materiales. Uno de los estantes, de mayor espesor, acoge un fregadero mínimo de Dake con grifería de Dornbracht. Esta zona puede ocultarse tras dos generosos planos correderos que la camuflan como si se tratara de un simple paramento, y que, con su movimiento, dejan a la vista otra zona de almacenaje. Frente a él, y a media altura, se abren dos vanos que ceden luz a la zona de trabajo. Cerrando el rectángulo, una pared de electrodomésticos Gaggenau, y enfrente, la mesa del comedor, diseñada por Hanna Farrás (responsable del proyecto de la vivienda), alineada con la barra de la cocina con la que entabla un diálogo de complicidad. Sobre ella, una luminaria de Ingo Maurer, y como fondo, rematando un proyecto en el que cada decisión parece tomarse en busca de la armonía con la arquitectura, un cuadro de Monsa Domingo.